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Helena Roerich

Helena RoerichNació en aquellas llanas y heladas tierras de Rusia el 13 de febrero de 1879, y tal como es su tierra, fue una mezcla de Occidente y Oriente, de las fragancias asiáticas y los colores griegos. Esta ceñuda Helena, de ojos grandes y negros, osó como Prometeo robar el fuego a los dioses, y quemar en una aspiración ardiente el mundo de los hombres.

Hija de un arquitecto preminente, el Archiduque Chapochnikov, era extraordinariamente sensitiva y enfermaba con frecuencia. Mientras se encontraba postrada, se le aparecían dos hombres muy altos (¿los maestros Moria y Koot Hoomi?), que la auxiliaban.

La hermana de su madre, la princesa Putyatune, tenía una finca en Bologoye, donde la pequeña Helena pasaba los veranos. Allí aprendió a amar la naturaleza y los animales. Se cuenta que los animales domésticos corrían hacia ella para saludarla todas las mañanas cuando salía de casa para alimentarlos.

Aprendió a leer muy pronto. Apreciaba los filósofos y meditaba sobre la Biblia. Tenía talento para la música, tocaba el piano, pintaba y dibujaba.

Cuando descubrió a Nicolás, descubrió que tenían mucho en común. Pasaban el tiempo juntos, yendo a conciertos y exposiciones. Se enamoraron, y finalmente se casaron el 28 de octubre de 1901., Tuvieron una vida familiar feliz y de su unión nacieron dos hijos, Jorge y Svetoslav. Este último se convirtió en un excelente pintor (como su padre), y del retrato que hizo de su madre se percibe una mujer muy guapa.

En 1915 Nicolás Roérich enfermó de neumonía, por lo que dejaron su casa en San Petersburgo para vivir en un clima más benigno. Después de una escala en Inglaterra llegan a Nueva York en 1920, para la primera exposición de Nicolás Roérich en Estados Unidos. Fue por este tiempo cuando Helena entra en contacto con su Maestro y escribe el primer libro “Hojas del jardín de Morya I”, cuya primera edición saldría en 1924. Seguirán más de 14 títulos en la serie Agni-yoga, donde su Maestro expone por primera vez al mundo las bases del yoga de la 6ª Raza. El último volumen publicado, “Supramundo II”, saldría a la luz en 1938, en vísperas de la 2ª Guerra Mundial.

Libros

Su Maestro, el Señor de mirada penetrante, transmitió por su intermedio un conjunto de sublimes enseñanzas referidas al nuevo yoga, el Yoga del Fuego, de la Vida y del Sacrificio. Afirmó por propia experiencia que sus libros no se pueden leer de la manera común. Son páginas de meditación, párrafos que se digieren lentamente, frases que en la síntesis de un relámpago, incendian la mente e iluminan la vida.

En “Hojas del Jardín de Morya I”, dice el Maestro, a través de la pluma de Helena, en ese su estilo compacto e imperioso: “La vida truena. Sé vigilante”. “Un Templo para todos, para todos un Dios”. “Mis Amigos, la Felicidad reside en servir a la salvación de la humanidad”. “Cuando Yo ordeno contar el Libro de la Alegría, no olvides el llamamiento a la batalla”. Y el discípulo, ante la llamada del Maestro, responde: ¡A pesar de mis flaquezas, a pesar de mi miopía, a pesar de mis traiciones, acepta Señor mi lanza roma, mi escudo agujereado, mi armadura abollada. Estoy presto para la contienda!

En “Agni Yoga” afirma el Maestro: “Recordad el bautismo por el Fuego, la Cruz Ígnea, todos los Cálices Flameantes que Yo os revelé hace mucho tiempo, como símbolos del próximo yoga”. Y más de una vez responde la voz trémula del discípulo al Maestro; “Señor, fui bautizado por los sacerdotes en las aguas heladas del mundo; anhelo ahora el bautismo del Fuego, del Señor de la Llama Dorada, a pesar de saber que perderé todo lo que amé en los viajes del pasado”.

Sugerimos a todos aquellos que sienten dentro de sí la llama del Fuego de la Era de Maitreya que, de una forma pausada y lenta, mediten las palabras del Maestro. Ellas son simientes del Nuevo Mundo, ellas son embrión del Nuevo Mundo, ellas son el lema de la Nueva Conciencia. Comiencen por el primer libro, “Hojas del Jardín de Morya I”, y oigan el apelo urgente del futuro; después sigan adelante y paren largamente en el Volumen II; giren entonces a la tarde, descansen meditando en “Nueva Era de la Comunidad”. Otro día, por la mañana, asciendan al “Infinito, Vol. I y II”; cansados de la jornada, en una vigilia nocturna, oren con “Jerarquía”; desciendan al pozo iniciático de “Corazón”; sin miedo, con ojos vendados y mente abierta penetren en “Mundos Ardientes, I, II y III”; griten entonces a una sola voz con el Universo en “AUM”; después, en un abrazo vasto y largo, sumérjanse en “Fraternidad”; y finalmente, al término de la jornada, descansen con “Supramundo I y II”.

Helena y Nicolai (Nicholas es la traducción de su nombre al ingles, que el pintor usaba con frecuencia en el mundo occidental) tuvieron una vida fértil en acontecimientos. Tal vez los más significativos sean sus viajes por Oriente. En India organizaron una expedición a Asia Central y recorrieron China, Mongolia, el Tibet y otros países. Aunque se conozcan pocos detalles de su vida, se sabe que Helena fue una activista participante en las grandes cuestiones de su tiempo. Fue una Instructora Espiritual con un gran número de discípulos. Su sabiduría –la sabiduría de una iluminada-, se encuentra diseminada en cientos de cartas que enviaba a sus corresponsales y alumnos. Estas epístolas fueron publicadas en “Cartas de Helena Roerich, I y II”. En estas misivas Helena mostraba su preocupación e interés por los asuntos que le fueron contemporáneos.

Ella fue una precursora de la Nueva Era. Y antes que esta expresión se convirtiera en moda (de mal gusto, dicho sea de paso), con todo el folclore que hoy le acompaña, escribió en 1929 lo siguiente: El Libro de los nuevos descubrimientos y de la luz del atrevimiento está abierto frente a la humanidad. Ya oyeron hablar acerca de la aproximación de la Nueva Era. Cada época tiene su llamada, y el llamamiento fundador de la Nueva Era será el poder del pensamiento creador; y el primer paso en esta dirección será la apertura de la conciencia, la liberación de todos los prejuicios y de todos los conceptos tendenciosos y forzados”(2).

La mujer del futuro

Otra de sus preocupaciones fue la condición de las mujeres de su tiempo. Escribirá: “La próxima gran época está íntimamente ligada al ascenso de la mujer. Tal como en los mejores días de la humanidad, la época futura ofrecerá nuevamente a la mujer el derecho al lugar que le corresponde, lado a lado con su eterno compañero de viaje y trabajo, el hombre. Debéis recordar que la grandeza del Cosmos se fundamenta en el origen dual. ¿Será adecuado por ello menospreciar uno de sus dos elementos?(3). Como todas las grandes almas, Helena se anticipa a su tiempo; ella sintió (verdaderamente intuyó) que la gran transformación cultural que se esperaba en el futuro implicaría la participación plena de la mujer, y hoy sabemos que es así, y así seguirá siendo.

En la misma carta, más adelante, Helena vuelve a abordar la cuestión de la mujer, integrándola en la problemática de la cultura y la educación: “Con todo, en su esfuerzo por la educación, la mujer debe recordar que todos los sistemas educativos son solo medios para el desenvolvimiento de un conocimiento y cultura del espíritu y del corazón. Solo esta combinación promueve esa síntesis sin la cual es imposible realizar la grandeza real, la diversidad y la complejidad de la vida humana en su Evolución Cósmica. Así, en cuanto se esfuerza por el conocimiento, que la mujer se acuerde de la Fuente de Luz y de los Líderes del Espíritu, aquellas grandes mentes que verdaderamente crean la conciencia de la humanidad. La humanidad encontrará el camino hacia la verdadera evolución aproximándose a esta fuente y al principio rector de la Síntesis”.

Cuando aún hoy vemos personas con alguna madurez intelectual y espiritual utilizando su tiempo en practicas del tipo Hatha Yoga, será con certeza útil recordar sus palabras acerca de este asunto: “… no debemos sobrevalorar los resultados del Hatha Yoga y pensar que los adeptos de esta disciplina son igual a los del Raja Yoga en su habilidad para despertar el Kundalini(4) y para adquirir los distintos tipos de siddhis(5), y que ellos alcanzan la bienaventuranza y se liberan de la materia. De hecho no es así. El grado de bienaventuranza alcanzada por tales adeptos es muy relativo, y a través del Hatha Yoga nunca obtiene la libertad sobre la materia (en el sentido utilizado por los Grandes Instructores). Tal como dice la enseñanza, no conocemos a nadie que haya alcanzado la meta por el camino de Hatha Yoga.

Incluso el desenvolvimiento de los siddhis inferiores, que los hatha yogis adquieren utilizando ejercicios terriblemente difíciles y mecánicos, no son duraderos; en sus próximas encarnaciones podrían perder todos ellos. Solo aquellas conquistas que vienen de manera natural son válidas y permanentes, porque constituirán el resultado del desenvolvimiento espiritual interno. Solo de este modo las manifestaciones de verdadero poder pueden ser alcanzadas. Los ejercicios de Hatha Yoga no deben ir más allá de un ligero y cuidado pranayama que fortalece la salud; de otro modo puede ser peligroso, conduciendo a la mediumnidad, obsesión y locura”.

Creemos que así quedan, una vez más, claros los peligros que el aspirante corre al practicar ciertas disciplinas físicas. Repitamos que los yogas para el tipo medio de aspirante son el Jñana o el Raja Yoga, pudiendo ser complementados por el Karma y el Bahkti Yoga.

Son también de Helena Roerich las obras “On Eastern Crossroads” y “Fundations of Buddhism”, aunque usando pseudónimos diferentes para cada una de ellas.

En 1930, con su marido Nikolai e inspirada por su Maestro, el Señor del Rayo Azul, funda la “Agni Yoga Society”. A propósito del Agni Yoga, escribimos en el pasado lo siguiente: “Muy poco se sabe de este desarrollo espiritual. Se conoce solo que él será el yoga de la próxima raza, la Sexta. El discípulo de este yoga tiene ya su cuerpo búdico e intuitivo razonablemente desenvuelto y se encuentra polarizado en el chakra cardiaco y en el centro correspondiente de la cabeza. Esta es la vía de los discípulos avanzados de los iniciados. Muy sintéticamente se puede decir que es el camino de la vida, de la síntesis espiritual, del fuego, de la intuición y del sacrificio. El 2º (Amor – Sabiduría) y el 4º (Arte, Belleza y Armonía) rayos rigen este recorrido.

Ella fue también la primera traductora al ruso de la importantísima obra de Blavatsky “La Doctrina Secreta”. A propósito de este libro, nunca esta de más recalcar su importancia, grandeza y profundidad. En mi modesta opinión, es en la actualidad la más importante obra, no solo del ocultismo, sino de la literatura mundial, Nada se le compara, nada le equivale. Es para mi como un huracán, un tornado que pasa por la mente, y que en un ímpetu de fuerza y movimiento, la purifica de sus miasmas, supersticiones, limitaciones e ilusiones. Es como una explosión que no deja nada en pie, y que no obstante, en un acto de milagrosa magia, reconstruye todo de una forma más bella, más imponente, más poderosa. Estudiar y meditar la Doctrina Secreta es como si alguien nos otorgará una iniciación en el sentido de que su reflexión lleva inevitablemente a una expansión de conciencia.

Helena Roerich desencarnó en 1949, y puede decirse con seguridad que sus libros son hay más conocidos de lo que lo fueron durante toda su vida.

Fuente: www.revistabiosofia.com

 

 


 
 
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